

Por Carmela González-Alorda
Existe un mundo paralelo donde los zorros pintan cielos grises, los barcos son maquetas de cartón y el amor se vuelve francés, lo más francés que un director estadounidense puede llegar a filmar. Su nombre Wes Anderson (Houston, 1969), su vida, el cine, su secreto a voces ser artista.
Sumergirse en sus películas siempre conlleva teñirse de tinta china, decorar paredes repletas de marcos o un poco más descaradamente convertir sus personajes en bohemios del arte y coleccionistas de gustos exquisitos y abigarrados. En cualquiera de sus títulos el arte se hace presente. Así lo mostró en el primer largometraje que lo llevó al reconocimiento de la crítica y la industria cinematográfica ‘Academia Rushmore’ (1998).
Es curioso cómo Anderson utiliza siempre algún recurso relacionado con el arte para introducir la mayoría de sus películas. En el mismo inicio la presentación de los personajes se hace a través de un lienzo realista estilo Freud en el que aparecen ellos retratados. Sus estrellas Bill Murray y Jason Schwartzman de los que no volverá a separarse, luchan por el amor de la profesora Miss Cross (Olivia Williams) en los papeles del alumno de Rushmore, Max Fisher, y el señor Blume padre de dos compañeros de clase.
Estos inicios a través de cuadros de los protagonistas es ya uno de sus rasgos estilísticos, como puede verse en su singular homenaje al oceanólogo Jacques Cousteau en ‘The Life Aquatic with Steve Zissou’ (2004), con retratos de influencias renacentistas en la presentación de la nueva expedición y documental o cuando Murray en el papel de Steve Zissou deambula junto con su hijo Ned (Owen Wilson) en una Escuela de Navegación en una galería de retratos de miembros ilustres. Es interesante además la maqueta transversal del barco que utiliza para crear el espacio y los recorridos de cámara presentando los diferentes ambientes… Leer + REVISTART 213