
Texto: Ramon Balasch
La pintura de Sergi Barnils (Guinea Ecuatorial, 1954) es un retrato poliédrico y polifónico del subsuelo de la condición del hombre contemporáneo que hunde sus raíces en la gentrificación del paisaje urbano. Las colmenas residenciales se nutren de la jungla del asfalto, de las redes invisibles de la civilización y de la música de las esferas. El acceso a la sabiduría acumulada se remonta a los inicios de las aguas primordiales y los movimientos tectónicos que impulsan los cambios geológicos.
Barnils se sirve de su instinto poético y narrativo para revisitar siglos, bajar a oscuras simas y coronar cumbres deslumbrantes con su paleta extraordinaria e inconfundible. Es su sentido histórico, en el que se obliga no solo a crear para su generación mediante su filtro personal, sino que su quehacer asume una memoria colectiva en movimiento desde sus orígenes, inmersa en la vasta cultura literaria y poética. Es constatable el uso del mismo método en constante metamorfosis. La escritura cuneiforme de la Mesopotamia, los jeroglíficos egipcios, el silabario de Biblos o los ideogramas le permiten montar un lenguaje simbiótico que habla desde el corazón cromático… Leer + Revistart 224